Jacob Lawrence, pintura de la serie «Lucha» (1955)

Yo trabajo, tú trabajas, trabajamos. Ya sea con contrato, con subcontrato, entregando boletas de honorarios, arreglándotelas para llegar a fin de mes comprando y vendiendo cosas, o con tu trabajo diario para parar la olla, mantener la casa, y mantener viva a tu familia, todo lo que hacemos es trabajo, y ese trabajo es la fuente activa de toda riqueza. Esto es lo que tú y yo tenemos en común. Esta sencilla verdad es el punto de partida de nuestro proyecto: que aunque nuestro trabajo es la base fundamental de toda creación material e inmaterial, no controlamos nuestra vida, otros deciden sobre ella, no participamos en las grandes decisiones que definen cómo vivimos. Recuperar nuestro poder como trabajadoras y trabajadores para decidir sobre nuestras vidas, ese es nuestro gran objetivo.

Estamos viviendo una época de grandes crisis. ¿Recuerdas la última vez que pensaste que estaba todo bien? Parece que cada aspecto de nuestras vidas tiene sus propias complicaciones. Tenemos trabajos precarios, a veces más de uno. El costo de la vida aumenta y nuestros ingresos se estancan. Nos violentan en la calle, en el trabajo y en el liceo, cuando caminamos en silencio o cuando protestamos. Cuesta mantener la salud o simplemente no es posible. No podemos decidir porque no somos mayores de edad, o porque no tenemos la plata, o porque no tenemos papeles, o porque a ellos se les ocurre que no. Vivimos lejos de la pega y el transporte es caro, o a nuestro sector ya no llega el agua y dependemos del camión. Nos matan por no ser chilenos, porque estábamos antes o porque llegamos después. Las deudas nos acorralan, las pensiones no alcanzan. Todo esto va a cambiar, tiene que cambiar.

Una fuerza infinita
Una revolución para nuestro tiempo
Manifiesto de Solidaridad 

 

¿Qué vemos? Una época de crisis, una oportunidad de cambio

Pero ¿cómo fue que llegamos hasta aquí? Vivimos una crisis global de este sistema que conocemos como capitalismo, una crisis que viene acumulándose desde hace décadas. La versión corta es que el capitalismo fracasó en su promesa de darle prosperidad a todo el mundo. En cambio, ha creado enriquecimiento para unos pocos, miseria para la mayoría y daños irreversibles en el planeta. Creemos que llegó el momento de dejar el capitalismo atrás, tirar por la borda a los patrones de la miseria.

La versión larga es más o menos así:

La historia de la humanidad, hasta ahora, parece ser una historia de constante enfrentamiento entre sectores gobernantes y gobernados, entre imperios conquistadores y naciones colonizadas, entre clases explotadoras y clases explotadas. No cabe duda de que ha habido progreso en muchos aspectos, pero todo indica que podríamos vivir mucho mejor. Y aún así, seguimos luchando por nuestra vida. Desde hace varios siglos, la vida está organizada siguiendo un patrón dolorosamente simple: el producto del trabajo de una gran mayoría se lo apropia una pequeña minoría. Ese trabajo, que combina nuestra maravillosa capacidad creadora con las incontables riquezas naturales, es la actividad fundamental que hace posible nuestra vida en sociedad. Y es evidente que no decidimos qué producir, cómo producirlo, o cómo organizamos socialmente esa actividad creadora. Pero no es solo eso. Vivimos en un sistema que nos obliga a vender nuestra fuerza de trabajo, y por lo tanto la suerte de nuestro sustento depende del mercado en el que se compra y vende nuestra capacidad de trabajar. Cuando no encontramos empleo seguro, tenemos que recurrir a todo tipo de malabares para sobrevivir. Y en el caso de las mujeres, pese a días completos criando y cuidando, ese trabajo parece ser invisible porque ocurre “puertas adentro”. 

A ese sistema le llamamos capitalismo, y no es solo un “modelo económico”, sino una forma de organizar la vida entera. Si el trabajo es la dimensión fundamental del ser humano, ya que nos permite crear todo lo que necesitamos para vivir, desde el sustento diario hasta las más altas expresiones de la ciencia y la cultura, entonces el modo en que se organiza el trabajo tiene un impacto en toda nuestra existencia social. Al conjunto de la actividad social que hace posible nuestra existencia le llamamos reproducción social, y el capitalismo es una manera particular de organizar la reproducción social. La opresión de género y racial, que han existido en otras épocas, adquieren una forma y una función específica en este modo de organizar la vida, por lo que entendemos que forman una unidad indisoluble. El capitalismo no ha existido siempre, y por lo mismo, puede dejar de existir. 

El punto de partida de nuestra situación actual son las transformaciones que ha vivido este modo de organizar la reproducción social en las últimas décadas. Creemos que hay cinco grandes transformaciones en esa historia reciente:

  1. Constante precarización de la vida: Nuestra vida ha ido empeorando, en distintos aspectos. Este empeoramiento de las condiciones de vida no se expresa solamente en el crecimiento de los niveles de pobreza (que incluso han disminuido en algunos periodos), sino sobre todo en la fragilidad de dichas condiciones y la amenaza constante de perder lo poco que tenemos (ingresos, prestaciones sociales, contratos, una vivienda). En este contexto, nos endeudamos para sobrevivir y nos ahoga el futuro. 
  2. Fragmentación de la clase trabajadora: Desde hace algunas décadas se han producido grandes cambios en la organización del trabajo a nivel global, incluyendo un aumento de la precariedad del empleo y un crecimiento del trabajo informal y la subcontratación. Además, la dictadura significó el asesinato, la tortura y la desaparición de sectores organizados de nuestro pueblo, así como la destrucción de nuestras organizaciones sociales, Por otro lado, han existido políticas públicas que nos han segregado, lo que ha creado diversos segmentos sociales según la salud, la educación, la vivienda a la que accedemos. Por todo lo anterior, tenemos una vida fragmentada, donde pareciera que los demás son nuestra competencia. Y cuando nos organizamos, pareciera que somos apenas un grupo en un océano interminable de organizaciones dispersas, sin horizonte común.
  3. Politización polarizada e inestabilidad política y social: La crisis que hemos descrito ha significado una profunda inestabilidad en nuestras sociedades, lo que ha dejado a los Estados del mundo al borde del descontrol, incapaces de ofrecer salida a las crisis como en tiempos anteriores. Esta crisis ha recibido respuesta de diversos sectores políticos. Algunos promueven una transformación con una perspectiva solidaria y democrática, mientras otros fomentan mayor competencia, mano dura y un retorno a valores conservadores. La misma crisis ha hecho que millones de personas se movilicen y comiencen a organizarse nuevamente por lo que creen correcto. Este fenómeno de politización de viejas y nuevas generaciones se da de manera polarizada, lo que ha conllevado una fuerte inestabilidad social, con enfrentamientos entre distintos sectores.  
  4. Giro autoritario y fortalecimiento de los aparatos represivos: Este escenario de precarización, fragmentación y politización ha puesto a los grupos dominantes en advertencia: si las cosas siguen así, nuestra lucha para derrocarlos será cada vez más intensa. Ante esa posibilidad, han optado por despojarse de los ropajes democráticos y han dado un giro hacia el autoritarismo en lo jurídico, lo político y lo policial. Gobiernan por decreto, suprimen las libertades y agrandan el aparato represivo porque saben que si la crisis sigue avanzando, nos seguiremos rebelando. 
  5. Saltos organizativos y de conciencia política en cada lucha: Algo de esperanza hay en esta crisis. Ante cada desafío que enfrentan, los pueblos y la clase trabajadora han sabido responder con lo mejor de sí. Desde la larga recomposición posterior a la dictadura, hemos recorrido un camino de lucha que, por un lado, retoma las banderas y demandas históricas de la clase trabajadora y los pueblos, y por otro, va aclarando las nuevas necesidades y reivindicaciones asociadas al nuevo periodo. A cada momento histórico respondemos con nuevas formas de organización, como demuestran las asambleas y las vocerías del estudiantado, las asambleas populares de las rebeliones territoriales de la década pasada y la revuelta de octubre del 2019, y las nuevas experiencias de organización feminista que transforman al mismo tiempo aquello por lo que luchamos y la forma en que luchamos.

Si tuviésemos que contar la historia de estas grandes transformaciones, ¿cuáles serían los actores del drama? Por un lado, una clase trabajadora plurinacional, fragmentada y diversa pero cada vez más activa en la lucha por su dignidad, y por otro, una alianza capitalista global que arranca hacia adelante, que le echa bencina al fuego de la crisis para salvarse el pellejo. 

En las últimas décadas, han surgido nuevos movimientos sociales que encarnan las diversas aspiraciones de esa clase trabajadora plurinacional. Movimientos contra la violencia machista y por una educación no sexista, contra la destrucción medioambiental y por el buen vivir, contra el racismo y por la autonomía de las comunidades indígenas, por la vivienda y pensiones dignas, y tantos más, constituyendo una amplia constelación de luchadoras y luchadores sociales inagotables. Al mismo tiempo, la antigua tradición sindical ha sabido reinventarse de la mano de nuevas generaciones de trabajadoras y trabajadores, la mayoría jóvenes, que resisten la precariedad a cada paso, y le dan nuevos aires a las viejas batallas del trabajo formal e informal. Finalmente, los viejos aparatos políticos pierden terreno ante la desconfianza generalizada, pero surgen nuevos partidos y movimientos políticos que representan un espacio de organización y lucha para miles de personas que buscan actuar y luchar bajo los estandartes de la izquierda y el anticapitalismo. 

Por su parte, la alianza capitalista global se atrinchera en las instituciones estatales, en las corporaciones transnacionales y en los ejes del poder educativo, ideológico y religioso, para asegurarse a como dé lugar su gran trozo de la torta mundial. En momentos de dificultad para la inversión productiva, ésta se desplaza con celeridad hacia las ganancias financieras, incluso sumergiéndose ciegamente en las oscuras aguas de la especulación. Al mismo tiempo, ha encontrado nuevos canales extraeconómicos para acaparar la riqueza social, utilizando su influencia sobre los gobiernos y otros poderes públicos para ganar lo que ya no ganan en el “libre mercado”. La corrupción no es solo un fenómeno de descomposición moral, es una táctica económica de supervivencia de los capitalistas. 

En este contexto de río revuelto, hay una oportunidad histórica para que esta gran crisis que vivimos abra una nueva etapa de la historia humana. Pero al mismo tiempo, padecemos una profunda debilidad, porque aunque somos la mayoría no somos una fuerza unificada, y aunque tenemos una buena parte del sartén por el mango (¿qué sería del mundo entero sin nuestro trabajo?), no sabemos qué hacer con él, no tenemos una idea clara de cómo darlo vuelta o a dónde llevarlo. Dicho de manera más literal: nos falta organización, nos falta estrategia, nos falta programa.

¿Dónde está hoy la posibilidad de salir de esta situación de desventaja? La lucha contra eso que nos mantiene abajo, nos da luces sobre cómo salir de la crisis. En Chile, llevamos al menos dos décadas de movilización y lucha sostenida, desde el Mochilazo del 2001 hasta la Huelga General Feminista del 2020, pasando por las movilizaciones contra el subcontrato entre 2006 y 2008, y la rebelión de Aysén del 2012, incluyendo por supuesto la inolvidable Revolución Pingüina del 2006, el movimiento estudiantil del 2011 y la revuelta popular de octubre del 2019. Estos grandes hitos, y los largos procesos de aprendizaje que hay detrás de ellos, nos han dado una experiencia invaluable: hemos vuelto a organizarnos, hemos aprendido a luchar, hemos visualizado un mundo mejor, hemos identificado a nuestros enemigos, hemos clarificado los límites actuales de nuestro poder.

En esa trayectoria reciente, destacamos el rol que han tenido las mujeres trabajadoras y el papel fundamental del feminismo en la construcción de una visión transformadora capaz de articular las diversas problemáticas y aspiraciones en un marco común contra la precarización de la vida, contra la violencia patriarcal y por una reorganización de la reproducción social. Encontramos en el feminismo una corriente internacional que ha ido transformando nuestra experiencia de la política, ofreciendo un camino organizado de solidaridad global y un amplio programa de transformación anticapitalista, yendo más allá de las limitaciones históricas de las tradiciones de la izquierda, potenciando todo lo bueno que tienen, pero apuntando a desterrar sus prácticas violentas y sus reduccionismos sociales o económicos.

¿A qué aspiramos? Una revolución de nuestras vidas para nuestro tiempo

Si tomamos en cuenta toda la riqueza creada en un solo año en todo el mundo, es evidente que ningún ser humano debería vivir una mala vida, y de hecho podríamos vivir muy bien. Pero la forma en que está organizada la reproducción social garantiza que esto no sea posible, no solamente porque hay una distribución desigual de los recursos, sino porque la misma producción de nuestro sustento asegura de antemano una división mundial del trabajo que engendra pobreza y una división sexual del trabajo que engendra jerarquías sociales casi impenetrables. 

Hay condiciones potenciales para una buena vida para todas las personas. Pero algunos se resisten a eso. Y esa resistencia es tan firme, tan brutal, tan cruel, que hace falta una revolución para que esas condiciones ya no sean potenciales, sino reales, y para todo el mundo. La revolución, esa transformación radical y relativamente breve de nuestra forma de vida, es una necesidad si queremos vivir bien. Aún más: dada la crisis medioambiental, es una urgencia si queremos seguir viviendo. 

Creemos que esa revolución debe tener lugar lo antes posible. Por eso cuando nos preguntan a qué aspiramos, respondemos a una revolución de nuestras vidas para nuestro tiempo. Trabajamos para ver y para ser esa revolución. No en un futuro distante e inalcanzable, sino en nuestro tiempo, en el marco temporal de nuestra vida.

 

¿Cuál es el horizonte de la revolución feminista, comunista y libertaria por la que luchamos? La superación total de la sociedad capitalista, que implica: 

  • La gestión social de los bienes comunes para superar la propiedad privada;
  • La democracia autogestionaria de los pueblos y la clase trabajadora para superar al Estado capitalista; 
  • La planificación democrática de la economía para superar la producción aislada y caótica del “libre mercado”;
  • La liberación sexual y de las comunidades basadas en el cuidado para superar la familia hetero-patriarcal; 
  • El libre desarrollo artístico y científico para superar el mercado de la ciencia, la cultura y el patrimonio; 
  • El trabajo libre con el fin de satisfacer nuestras necesidades sociales para superar el trabajo obligatorio y privado, ya sea remunerado o no;
  • La solidaridad internacionalista para superar el nacionalismo y las fronteras a la libertad de los pueblos.

 

En lo más inmediato, y bajo la orientación estratégica de estas transformaciones revolucionarias, creemos que es necesaria una serie de mejoras de las condiciones de vida y de lucha en el corto y mediano plazo, que agrupamos bajo las siguientes consignas y que describimos en nuestro Programa:

  1. Economía y régimen de propiedad: desprivatización y fortalecimiento de los comunes: propiedades, bienes y servicios
  2. Trabajo y relaciones laborales: reconocimiento de todos los trabajos y fortalecimiento de la fuerza organizada del trabajo
  3. Medioambiente y energía: hacia una transición ecosocialista
  4. Derechos sociales: salud, vivienda, pensiones y educación que garanticen una vida digna, y la implementación de un sistema plurinacional de cuidados 
  5. Democracia participativa, feminista y plurinacional: poner al centro el protagonismo directo de los pueblos en los asuntos públicos
  6. Derechos Humanos, memoria y violencias: fin a la impunidad, verdad histórica y reparación para las violaciones de DDHH y las violencias de género ejercidas contra la clase trabajadora y los pueblos

¿Cómo se conquista esa revolución de todo lo existente? ¿Cómo se realizan estas transformaciones en el mediano plazo? No es algo que pueda responderse sencillamente y por escrito, es una creación histórica original de los pueblos en lucha. Pero creemos que debe ser un proceso con un rotundo protagonismo popular, donde participen activamente el conjunto de los pueblos y la clase trabajadora, que no se reduzca a una minoría gobernante o dirigente. 

Pero no basta con decir eso, esa fuerza tiene que estar organizada. Y por eso creemos que para hacer la revolución es necesaria una organización política que levante las banderas anticapitalistas, feministas y libertarias, que sea un espacio para todas las luchadoras y luchadores con disposición a entregar su vida por esta causa, y que esté en todos lados, trabajando por las transformaciones desde lo más local hasta lo más global. 

Solidaridad existe para contribuir a esa labor. 

 

¿Qué hacemos? Una visión libertaria y feminista del comunismo como superación revolucionaria del capitalismo

Somos una organización de trabajadoras y trabajadores que habitamos distintos territorios y desempeñamos distintas actividades. Nuestras trayectorias sociales y políticas son diversas, pero nos reconocemos en la heroica tradición de lucha de los pueblos y la clase trabajadora de Chile, América Latina y el mundo. 

Nos reconocemos en esa tradición y nos inspiran sus experiencias: 

  • la de los pueblos indígenas en centenaria resistencia contra el Estado capitalista; 
  • la de las ligas de arrendatarios que pelearon por una vivienda digna para los sectores populares a comienzos del siglo XX; 
  • la de ateneos y centros comunitarios anarquistas que construyeron a pulso espacios de encuentro y educación popular; 
  • la de la FECH de los años 20 que definió de ahí en adelante el rol clave del estudiantado en las luchas populares;
  • la de las pobladoras que construyeron la vida comunitaria en las tomas de terrenos a lo largo del siglo XX y resistieron con dignidad en dictadura; 
  • la de las trabajadoras y trabajadores de los cordones industriales; 
  • la de las profesoras y profesores que se entregan a la doble tarea de educar y luchar; 
  • la de la juventud que se ha organizado en cada momento histórico contra el tirano de turno: dictadores, represores, empresarios, contra el mercado en la educación, contra el cambio climático, contra la violencia hacia las mujeres y las disidencias sexo-genéricas. 

 

Basamos nuestra actividad en la teoría y la práctica feminista, comunista y libertaria, tal como planteamos en nuestra Declaración de Principios.  Nuestra mirada ideológica expresa una síntesis de diferentes visiones, recorridos y trayectorias políticas. Rescatamos los aportes teóricos y prácticos del feminismo, el anarquismo y el marxismo porque reconocemos que la crítica revolucionaria no reconoce fronteras nacionales, ni doctrinarias, sino que es patrimonio del conjunto de la clase trabajadora.

Solidaridad es una organización mixta, abierta a la diversidad de sectores de la clase trabajadora con toda su riqueza de identidades sexo-genéricas, raciales, étnicas, nacionales y etarias. Sus militantes estudiamos, trabajamos, habitamos territorios, nos organizamos y actuamos en distintos ámbitos como la educación, el feminismo, el medioambiente, la ciencia, las comunicaciones, la seguridad social, la salud. Trabajamos para impulsar y contribuir a que nuestras compañeras y compañeros también se organicen para luchar y conquistar mejoras en sus condiciones de vida, estudio y trabajo, a la vez que tejemos las redes de confianza, solidaridad y esperanza para la gran pelea por el socialismo y la libertad. Allí es donde hemos luchado por reivindicaciones como la educación gratuita, el fin al subcontrato, una vivienda digna, un nuevo sistema de pensiones, el aborto legal seguro y gratuito, el fin a la violencia patriarcal, la liberación de las y los presos políticos, entre otras grandes luchas de nuestro pueblo. Allí es donde invitamos a nuestros vecinas, vecinos y colegas a organizarse, a sumar y multiplicar la fuerza de sus propias organizaciones: centros de estudiantes, sindicatos, juntas vecinales, asambleas territoriales, ollas comunes, colectivas feministas, y todo tipo de organizaciones de base que han permitido a nuestro pueblo resistir los golpes de quienes lo explotan y oprimen, así como sobrevivir y apoyarse mutuamente en momentos de crisis económica o desastres socio-ambientales. Fortalecer esas organizaciones y hacerlas crecer es una tarea crucial para esa gran meta que nos proponemos.

Una organización, una teoría, una estrategia
También nos organizamos para analizar y discutir la realidad nacional e internacional, de tal forma que podamos conocer bien el mundo en el que vivimos, estudiamos, trabajamos y luchamos. Para poder transformar la sociedad, necesitamos saber cómo funcionan el capitalismo, el Estado, la opresión de género, el colonialismo y el racismo. Tenemos que entender muy bien las formas concretas que adquieren en nuestro país, nuestra ciudad, nuestro barrio, nuestro lugar de trabajo, nuestra familia y en nuestras propias vidas. Como movimiento político, tomamos posición ante las distintas coyunturas políticas y sociales, a partir de un análisis riguroso de los acontecimientos, conflictos y actores más relevantes. Con ese fin, nos educamos y deliberamos colectivamente para orientar nuestra acción e ir construyendo desde hoy la fuerza y el proceso revolucionario. 

Independencia de clase para la emancipación universal
Apostamos a construir un movimiento político independiente de los empresarios y del Estado, que organice las fuerzas que se proponen transformarlo todo. Que tenga su propio programa basado en sus intereses y aspiraciones. Sostenemos una visión libertaria y feminista del comunismo, es decir, aspiramos a una abolición del trabajo asalariado y el trabajo doméstico obligatorio, del Estado y de las clases sociales, en una revolución social con el máximo protagonismo popular y la construcción de una sociedad que organice la reproducción social para la máxima igualdad y la máxima libertad. 

Más allá de un gobierno popular, impulsar una revolución desde abajo.
La historia muestra que cuando una izquierda progresista logra constituir un gobierno popular que se plantea avanzar hacia el socialismo, le toca cumplir un rol defensivo ante los ataques del imperialismo o de la insurgencia burguesa en un contexto de crisis revolucionaria. En el mejor de los casos, cumple este rol de manera limitada, y en el peor, retrocede y achica la cancha de las transformaciones posibles. Por lo tanto, una estrategia libertaria para la revolución debe plantearse organizar un poder popular desde abajo que sea capaz de superar las eventuales trabas que pondrá ese mismo gobierno a un proceso revolucionario, o las dificultades a las que se enfrentará por la propia dinámica del capitalismo global. Apostamos a construir una fuerza revolucionaria capaz de llevar adelante la revolución en el momento decisivo.

Sobre la diversidad y el sectarismo
No somos ni buscamos ser la única organización que tenga el pueblo en esta larga lucha revolucionaria. Nos planteamos en abierta oposición al sectarismo que ha caracterizado a la izquierda en Chile y el mundo. La idea del partido único o la organización única está condenada a morir en el pantano del autoritarismo. Nos reconocemos como uno más de los caudales que alimentarán la ola revolucionaria para nuestro tiempo.

Sobre la militancia revolucionaria
Prepararse para la revolución es prepararse para la guerra. Pero no una guerra que queramos comenzar por nuestra cuenta, sino una que comenzaron nuestros enemigos hace siglos. Una guerra de opresión de género, de explotación económica, de dominación política, de conquista colonial, de destrucción medioambiental. Una guerra que ellos van ganando, y para la que debemos prepararnos. La militancia política es esa preparación, que implica construir una mirada conjunta del terreno de la disputa, estudiar a fondo las fuerzas propias y las fuerzas enemigas, definir una estrategia para la victoria e implementar las tácticas que permitan ir concretando esa estrategia. Al mismo tiempo, para vencer se requiere forjar alianzas con quienes se pueda combatir en conjunto, ya sea la pelea larga o una sola batalla. Discernir entre amigos y enemigos, y distinguir entre alianzas estratégicas y alianzas tácticas, es una de las principales preocupaciones de un movimiento político revolucionario.

Una corriente de esperanza para nuestro pueblo
Sin perder la humildad que requiere una vida revolucionaria, no dudamos en tener ambiciones. Queremos ser miles y millones, apostamos a construir un movimiento que se proponga trabajar en todos los ámbitos de la vida de nuestro pueblo, desde la olla común hasta la huelga general. Al revolucionar el mundo, buscamos revolucionar nuestra vida también, y comenzar a construir en nuestra cotidianidad esta revolución venidera. 

Queremos una revolución para nuestro tiempo. 
Vamos a ser una fuerza infinita.

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