1973-2023: Memoria es Revolución y Futuro

Una conmemoración contradictoria

Este año se cumplen 50 años del Golpe de Estado perpetrado por los militares, el empresariado y la derecha chilena, con la colaboración del gobierno de Estados Unidos. Desde ese entonces, nuestro pueblo ha estado desarmado, recibiendo los constantes ataques de la clase dominante y su forma particularmente cruel de capitalismo a la chilena.  Nuestros muertos y desaparecidos no han recibido justicia, nuestro trabajo pierde su valor, nuestro ecosistema es destruido, nuestras organizaciones son perseguidas, y nuestra libertad es a crédito. 

Este año conmemoramos un año más del Golpe en un escenario contradictorio: nunca en 50 años habíamos tenido una confluencia de revuelta, crisis y revancha conservadora. Vivimos una revuelta popular masiva, tuvimos el proceso constituyente más democrático de nuestra historia, y La Moneda es habitada por el gobierno más a la izquierda desde la Unidad Popular,. Pero al mismo tiempo, nunca antes en 50 años habíamos visto un pinochetismo tan fortalecido y una derecha tan dispuesta a reivindicar la dictadura y su legado transicional. A 50 años, la batalla por la memoria vuelve a agudizarse. 

 

Golpe y dictadura como respuestas reaccionarias a la crisis

¿Cuáles son las razones para esto? No es por azar, ni por la perversidad ideológica del pinochetismo. Del mismo modo que no fue azaroso ni perverso el Golpe. La dictadura fue la forma política en que la clase dominante en Chile respondió a una profunda crisis del régimen capitalista chileno, que se enmarcaba a su vez en una crisis global que se venía incubando desde fines de los sesenta. 

Enfrentado a una economía en retroceso y una inflación campante, el empresariado chileno no dudó en sacudirse los ropajes democráticos para actuar violentamente en defensa de sus intereses. Enfrentada a una clase trabajadora y un campesinado cada vez más organizado, empujados por los aires revolucionarios de la década anterior, la elite política y económica de Chile se abalanzó a los brazos militares para restaurar el orden, su orden. 

 

Una nueva capa de impunidad

Hoy estamos lejos de las épicas luchas de esos años, pero vivimos una crisis similar. La crisis política que estalló en octubre del 2019 se enmarca en un agotamiento del régimen político y económico en Chile, cada vez más apoyado en la precarización de nuestras vidas y en una élite política que se acurruca en sus privilegios. 

La respuesta de los poderes del Estado a esa crisis fue la represión, y con ella acumuló una nueva capa de violencia e impunidad en la historia nacional. Chile se ha construido en torno a masacres, dictaduras y razzias represivas. La impunidad de los muertos y mutilados de la Revuelta se monta sobre la impunidad de la represión transicional y el terrorismo de la dictadura. Más de tres generaciones de nuestro pueblo acechadas por una injusticia sin fin.

 

La batalla por los próximos 50 años 

¿Cómo es posible que a 50 años del Golpe pareciera que la injusticia habita aun más fuerte en el corazón de Chile? Lo que pasa es que la crisis sigue abierta, y ningún intento ha logrado cerrarla hasta ahora. Y así como ayer se enfrentaron dos posibles salidas (la revolución o el golpe), hoy se van articulando alternativas a la crisis, generando polos en torno a los que se organizan sectores sociales y políticos. 

El auge del Partido Republicano y la silenciosa sumisión de Chile Vamos a su programa representa un camino de polarización hacia la derecha, que ya se ha consolidado en Europa y Estados Unidos. En torno a esos liderazgos de la vieja elite pinochetista, se han ido aglomerando grupos de choque, fanatismos religiosos y una constelación de elementos de la sociedad civil conservadora. Todo indica que se preparan para gobernar con la mano dura de un programa autoritario, conservador y nacionalista. 

Por otro lado, las aspiraciones de dignidad de la Revuelta y las tibiedades de un gobierno progresista sin progreso para las grandes mayorías, mantiene desordenadas las posibilidades de una nueva izquierda transformadora. Pero el potencial articulador del feminismo, la persistencia de las luchas territoriales y medioambientales, el programa mínimo de la Convención Constitucional y el empuje hacia la construcción de poderes locales transformadores para el próximo ciclo, son todos atisbos de una posible reconstrucción de la izquierda en Chile. 

 

¿Qué se conmemora en septiembre?

La derecha ya tiene decidido su Nunca Más: nunca más pueblo organizado, nunca más amenaza a sus privilegios, nunca más los pobres envalentonados, nunca más las mujeres disputando poder. Para ellos, el acontecimiento que se conmemora es la gran amenaza comunista a su poder.

Desde nuestro punto de vista, el acontecimiento que conmemoramos es el auge del poder popular, la posibilidad de una revolución en Chile que fuese impulsada y protagonizada por las masas populares a través de sus organizaciones, en una compleja alianza con un gobierno popular. 

Hoy la crisis nos ha vuelto a poner en el tránsito hacia un desenlace histórico que podría reordenar la vida política y social en Chile. Esto es lo que explica que a 50 años del Golpe vivamos una polarización tan aguda: la batalla por la memoria es la batalla por la salida a la crisis actual. La memoria es una de las armas de la lucha de clases, una de las armas en la guerra por la verdad histórica. Pasado y presente confluyen en el tiempo acelerado de la crisis, donde cada minuto está cargado de riesgos y oportunidades. 

 

Memoria de futuro, memoria revolucionaria

En este contexto, reivindicamos el proyecto estratégico del poder popular como el camino hacia una vida digna. Se trata de un proceso revolucionario para conquistar una emancipación general a través del protagonismo directo de las masas en la transformación de las instituciones y las relaciones sociales. Pero no podemos simplemente copiar las formas políticas del pasado. Ninguna revolución será posible hoy en Chile sin una orientación feminista, que articule las reivindicaciones de mujeres y disidencias con la superación integral de las relaciones sociales capitalistas, en la pega, en la calle y en la casa.  Tampoco es posible una revolución sin una destrucción de la relación colonial que mantiene el Estado de Chile con los pueblos que habitaban este territorio antes de la conquista y la creación de la República. Y sin duda no será posible sin la lucha internacionalista junto a los pueblos de América Latina y el mundo, sin los cuales nos estaríamos condenando a las fronteras arbitrarias de la nación.

 

Desafíos y propuestas

En este contexto no basta con denunciar el viraje regresivo de la política nacional. Tampoco basta con enunciar el horizonte feminista, comunista y libertario. Para hacernos parte de la disputa por la verdad histórica de los 50 años y la batalla por las salidas a la crisis debemos plantear una orientación clara para nuestra militancia.

Y eso mismo es lo primero que debemos reivindicar: la militancia como forma activa de transformar el mundo, algo que vivieron intensamente las generaciones previas al Golpe y aquellas que lucharon contra la dictadura. Ni la salvación individual, ni la expectativa de que otros hagan los cambios. Solo podemos contribuir a una salida transformadora a la crisis si priorizamos el desarrollo de una fuerza colectiva que intervenga en las luchas sociales y políticas. Nuestro pueblo milita de muchas formas, y todas ellas deben converger en un frente común contra la precarización de la vida y la defensa de nuestro derecho a una vida digna. 

Tampoco bastan los gestos simbólicos del Estado. A 50 años del Golpe, lo que hace falta son medidas concretas para alcanzar toda la verdad y toda la justicia. Además del Plan Nacional de Búsqueda, debemos demandar el fin de los pactos de silencio, incluyendo la apertura de los archivos secretos que mantienen a los represores en la impunidad. La única manera de asegurar el Nunca Más, es que hayan desincentivos concretos a las violaciones de los DDHH. La impunidad del presente es garantía de que haya más terrorismo de Estado en el futuro. 

Junto a lo anterior, urge un proceso de desmilitarización, desfinanciamiento y desmantelamiento de las Fuerzas Armadas y de Orden, para reconstruir una política de seguridad pública basada en el cuidado, la comunidad, la justicia y los Derechos Humanos. La solución a la crisis de seguridad no vendrá de las mismas instituciones corruptas que desfalcan al Estado, se articulan con el narco y ejecutan extrajudicialmente a la juventud pobre de Chile. La única solución es que establezcamos un nuevo paradigma y nuevas instituciones de seguridad.

 

Memoria es revolución y futuro

A 50 años del Golpe, mantenemos en el corazón de nuestra memoria a quienes dieron su vida por una revolución para su época, y recordamos con dolor a quienes fueron detenidos, ejecutados, torturados, exiliados y desaparecidos en dictadura y democracia. No olvidamos ningún golpe. La memoria es siempre lucha presente, y no dejaremos de luchar por verdad, justicia y reparación.

A 50 años del Golpe, reivindicamos el proyecto revolucionario que combatió por un futuro de libertad y justicia para nuestros pueblos. Hacemos nuestro ese combate, imaginando una revolución para nuestro tiempo. Nos negamos a creer que no hay futuro después del capitalismo, que no hay alternativa a este sistema precarizador. 

Somos memoria, queremos una revolución, estamos construyendo el futuro.

 

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